Estábamos en nuestro cuarto mi hermana y yo decidiendo nuestro siguiente color de uñas. Ya yo había decidido ponerme uno, puramente por entrar en un espacio mental de aceptar todas las cosas que estaban empezando a surgir con acropina.
Mi hermana de casualidad dijo un chiste, voy a ponerme "novia" para ser profética. Nos reímos. Luego me preguntó, ¿Cuál te vas a poner tú?. Yo le contesté - primera dama -.
Dijo - mejor dicho -, yo sentí dentro de mí la seguridad de que estaba siendo intencional con algo tan sencillo. Parece una tontería pero era una afirmación personal de algo que estaba aprendiendo, que enseñaría más adelante.
Ser una primera dama no es tener un salario o un puesto, es una posición, es bastante simbólico e indicativo del gobierno al que representa. Es un lugar desde el que se puede servir en lo social y conocer el corazón de un pueblo.
Creo que es el llamado que Dios ha hecho a cada uno de Sus hijos en la tierra: bendecir, servir y orar por la ciudad a la que pertenecemos, ser dignos representantes del reino que nos gobierna.
Te animo a sentirte el gestor social y embajador del Cielo en tu entorno más próximo, ¿Quién quita que Dios te utilice para gobernar desde donde estás a lo que te rodea?
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