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#AUXILIOVSASISTENCIA

Hola hola!



Buenos días, buenas tardes y buenas noches a mis queridos comentadores culturales.

En la columna de hoy queremos hablar sobre la la responsabilidad social y la intervención versus el asistencialismo como filosofía, que ha llevado a la dinámica de un estado paternal.


Pero antes, te recordamos que puedes seguirnos en nuestro IG (@dosisdeacropina). Allí tenemos cada martes un post educativo para ti en el que puedes tener explicaciones y datos muy útiles para fortalecer tus posiciones.



Ahora sí. Lo primero a aclarar es que las causas sociales y las poblaciones vulnerables son una realidad. No es ningún invento decir que las víctimas del conflicto armado existen, ya sean desplazados, personas que perdieron seres queridos, secuestrados o que fueron extorsionados. Tampoco es invento que las personas en las zonas rurales tienen menos acceso a la educación y a la salud. Así mismo, no es una exageración decir que cientos de miles de niños han sido sacados de su hogar en contra de su voluntad y han sido convertidos en guerrilleros, narcotraficantes, pandilleros, y muchas otras cosas que nadie sueña ser cuando sea grande.


Claro que hay personas cuya historia de vida ha sido plagada por sistemas injustos, y problemas estructurales en la sociedad. Esto nos lleva a tener la certeza de que son necesarios programas sociales, estrategias de intervención para alterar positivamente el curso de la vida de este tipo de ciudadanos, entendiendo que de ser abandonados a su propia suerte pueden seguir experimentando rezago en el desarrollo natural de sus vidas, y en la adquisición de una vida digna.


Como siempre, el problema está en los extremos. Al avanzar hacia la inclusión de más y más personas por ayudar hemos concluido que, supuestamente, cualquier diferencia con el hombre blanco cristiano heterosexual te hace un rezagado. Porque suponemos que éste es la fuente de la historia de opresión en el mundo.


Con esto lo que hemos conseguido es priorizar (en leyes e inversión) personas que, de ser disciplinadas en su proceso de crecimiento y respetuosas del contrato social que rige a su comunidad, podrían lograr muchas cosas. Por lo tanto no requieren una ayuda urgente del estado para tener una vida digna.


Empezamos a discutir sobre los derechos (inexistentes) que una persona tiene para controlar lo que se enseña a los hijos de alguien más, decidir quién vive y quién muere, castigar las ofrendas voluntarias con impuestos, controlar cómo otros hablan, ser millonario, ser celebrado sin importar las creencias personales, adoptar como yo quiera, ser el presidente de una compañía. Ninguna de estas cosas son derechos, esto ha sido la gran falencia del asistencialismo y los lobby que constantemente ejercen presión para nuevas leyes. Si bien existen mecanismos para detectar la desigualdad, no podemos decir que ella es mala en todos los casos, o que ella es siempre usada en contra de uno.



La desigualdad existe en todas las esferas de la sociedad. Los hombres son diferentes a las mujeres, los adultos son diferentes a los niños, los indígenas son diferentes a los blancos, los servidores públicos son diferentes a los empresarios. Todas las afirmaciones anteriores son verdad, y no por eso son malas. Hay muchas mujeres que se benefician de el hecho de tener ligas femeninas en los deportes, para no tener que luchar con los hombres, de estructura ósea y muscular muy diferente, reforzada por su esquema hormonal. Hay muchos niños que se benefician de la responsabilidad legal de los adultos que los mantiene a salvo, les da un techo, comida y ropa, a cambio de disciplina y educación. Sin duda, hay muchos indígenas que tienen más 3 hectáreas por cabeza desde que nacen, gracias a las leyes que protegen sus resguardos. Todos los servidores públicos se benefician de las cuantiosas sumas que se les exige aportar a las empresas privadas en forma de impuestos, ya que de ahí sale gran parte de sus salarios. Seguro no creías que venían de tu impuesto del carro que todavía debes. El ingreso más estable del estados son los impuestos a la empresa privada. Te reto a encontrar datos que desafíen esta premisa.


Si nos damos cuenta, todos los beneficios anteriores que mencioné son sobre poblaciones que de acuerdo a la ley se consideran protegidas. Dichas poblaciones son además exentas de muchas responsabilidades dentro de nuestra sociedad. Por su condición específica sus vidas han sido facilitadas por la intervención de políticas públicas, para corregir el resultado de esa desigualdad. Pero, y aquí está el centro del debate, esta intervención no garantiza el éxito del individuo, solo da las condiciones para que pueda avanzar hacia ello, entendiendo que la responsabilidad personal sigue siendo la fuente más importante de los resultados de su vida. El hecho de que un indígena utilice su tierra para sembrar droga y luego termine en la cárcel, no le hace una persona discriminada. El hecho de que un niño decida a sus 15 años violar a una compañera de su colegio y termine en la correccional de menores no lo hace un niño desprotegido. Y así podemos seguir con cada población vulnerable.



Hay personas que defienden que estas leyes son deficientes, y sólo buscan enmendar superficialmente la desigualdad. Se percibe que la desigualdad es alguna especie de ofensa que le hizo la sociedad al individuo, que debe ser resarcida. Entonces entran en el debate palabras como igualitario, equidad y otras, en las que no sólo se busca compensar la desigualdad para tener la oportunidad de obtener el mismo resultado, sino que se lucha por eliminar esa desigualdad, y que todos los individuos sean considerados iguales (no en valor, sino en naturaleza).


Bajo esa premisa una mujer transgénero puede participar en deportes femeninos, pues ignoramos o eliminamos la desigualdad genética y hormonal en su cuerpo. También bajo esa premisa los niños pueden informar a sus padres desde los 11 años su decisión de alterar su cuerpo y truncar su pubertad, ignorando que a su edad no han desarrollado las herramientas emocionales para tomar decisiones permanentes, porque queremos eliminar la diferencia. Decidimos bajo la misma premisa, que cuando un miembro de una minoría étnica es detenido se debe a su color de piel y no a su decisión de cometer un delito, porque queremos eliminar la desigualdad. Pero, un momento, aquí sí estamos teniendo en cuenta la desigualdad. Ah no espera, es que ahí sí que no ignoramos, ni eliminamos la desigualdad, aquí la utilizamos a nuestro favor


Entonces si lo entendí bien, cuando se trata de lo que yo quiero hacer se tiene que ignorar cualquier diferencia, pero cuando se trata de asumir la responsabilidad de lo que hago puedo escudarme detrás de ella.



Al entender esto, podemos ver por qué se le adjudica al estado responsabilidades de padre con hijos preferidos, en vez de una entidad pública que sólo interviene en lo estrictamente necesario. Es lógico que si uno cree que las personas desde que nacen, y sin importar lo que decidan en la vida, tienen su destino marcado por un aspecto diferenciador, yo siempre voy a darles la ventaja en todas sus batallas, y también siempre voy a pensar que quien no tiene esa diferencia realmente no tiene mérito, su logro sólo se debe a su ventaja, no a su esfuerzo. Pero esto significaría también que creo que una persona por ser mujer, o niño, o negro, o indígena, o lo que sea no puede desarrollar las habilidades para ser un digno competidor de quien sea el oponente. Estoy diciendo que esa persona está lesionada desde su nacimiento con la discapacidad de ser diferente. Así, le doy condiciones en las que sea más fácil su carrera, para remediar la injusticia de su desigualdad. Y al protegerlo del esfuerzo por superar cualquier limitación nunca tendrá la oportunidad de ser fuerte.



El asistencialismo requiere la creencia de que las personas son menos capaces por causa de sus diferencias. Por esa razón aquí no creemos que esa sea la respuesta. Reconocemos la necesidad de programas sociales y de tener los derechos humanos cubiertos, pero no en quitarle la responsabilidad al individuo de crecer, desarrollarse y ganarse el lugar que desea en la sociedad. Finalmente todos somos capaces y tenemos dentro el potencial de superar cualquier obstáculo y alcanzar cualquier meta.


Es una alegría y un honor ayudar al necesitado, al vulnerable, y servir para que tengamos una mejor sociedad con menos sufrimiento. Esta es la razón de ser del estado, de las empresas y también de la iglesia. Pero garantizar derechos inexistentes a pesar de las decisiones de una persona no debe ser la misión de nadie.







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