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#HACEDORESDECULTURA

En América Latina las comodidades han sido históricamente para pocos, para personas que están en un contexto muy alejado de la realidad del resto de los habitantes de su país. Hay brechas muy grandes de desigualdad reforzadas por altas dosis de corrupción.



Esto hace difícil que las personas del común tengan incentivos para crecer, para florecer, para avanzar. Entonces se enfoca más la atención en sobrevivir, en tener una vida digna.


El mayor miedo de muchos padres latinoamericanos no es que los hijos no hagan nada y desperdicien su potencial, sino que no estén seguros. Sueñan con que sus hijos consigan un trabajo lo suficientemente estable para avanzar hasta el final de sus vidas con lo básico cubierto, que no pasen hambre ni necesidad. Lo que parece que siempre escapa de sus vistas es que el hambre es inevitable si nada cambia.


Si no hay iniciativas sociales y económicas importantes que hagan que el estado se autoajuste vienen revoluciones que se nutran del resentimiento social por la injusticia, para terminar en autoritarismos.


Pero eso no es lo que ocupa la mente de los padres y madres de familia. Finalmente ante Dios no hay que responder sino por lo que uno hizo por uno mismo y por los que amo. ¿cierto?


Somos criados para pensar que el éxito se ve una manera específica, una manera que es celebrada por el mundo. Somos criados para jugar a la fija, teniendo claro que el sistema es y siempre seguirá siendo acomodado para los que tienen suerte, los que tienen plata, los que tienen fama, o los que hacen trampa...


Entonces se ve un éxito que está en tener familia, lo material cubierto y un trabajo digno.


Qué gran regalo para el enemigo que sus oponentes no aspiren a nada más que a otra vida ordinaria, agitada por las preocupaciones más mundanas y simples posibles. No nos damos cuenta que ante el dios de la estabilidad estamos dejando un altar lleno de sueños por cumplir y dones sin ejercer por miedo.

#5 Apoyar a hacedores de cultura para que usen sus dones con fe

Se requiere una renovación de la mente, cambiar nuestra forma de pensar sobre la vida, el éxito y el mundo. Debemos despojarnos de todo miedo paralizante que está impidiendo la manifestación del cielo en la tierra a través del cuerpo de Cristo.


También se requiere morir a la manera en la que uno imaginaba sus dones siendo utilizados. Claro que sí, uno sueña con las cosas que nos enseñaron a soñar, y cuando somos lo suficientemente adultos para soñar nuestros propios sueños tenemos estructuras mentales para llevarnos a seguir persiguiendo el trabajito estable.


Cuesta pensar diferente, requiere valor. Más que nada, requiere convicción. Muchos abandonan la carrera antes de tiempo, pero en la Biblia no vemos al héroe de nuestra fe abandonando la carrera a medio camino. Jesús no dudó que el camino correcto era ser diferente al mundo. Cuánto hace falta para entenderlo y seguirlo como Sus discípulos.


Pero hay muchos valientes que deciden tomar el camino angosto, crear las oportunidades que no existían. dar luz a las soluciones a los problemas que identifican en sus caminos.


Ellos son los valientes de nuestra generación, son las personas que proponen cosas distintas desde todos los sectores de la sociedad.


Hemos hablado extensamente desde este blog sobre cómo la cultura no es sólo el folclor o la comida típica o los dichos, sino más bien una idiosincrasia, un conjunto de ideales que construyen un imaginario social. La cultura del Cielo indica cómo Dios imagina las sociedades, y está claramente demostrada a través de la Biblia.

Hay quienes toman nota de estas pautas dejadas para nosotros, y tratan de transformar sus entornos desde una perspectiva completamente distinta a las costumbres del mundo.


Apoya a las personas que están proponiendo cosas diferentes a lo que el mundo hace, ellos son los que están transformando la cultura.

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